Guerrera Soy
Pasan los días, los años y quienes desde muy pronta edad sufrimos de alguna herida emocional, hemos luchado toda la vida, no por ser la excepción, sino por sobrevivir, venimos guerreando por ganarle la partida a alguna enfermedad de esas que en los países europeos llaman “raras” o que somos “el uno comparado con los noventa mil que no la tienen”, bien sea porque no tiene cura, porque sufrimos un accidente que disminuyó nuestra facultades individuales, o porque tuvimos alguna perdida desde niños que trajo consigo la ausencia de un rol “equis” en nuestras vidas.
Lo esencial, es que no venimos a sufrir, bajo ningún concepto o realidad se viene a esta vida a sufrir; venimos y nacemos a vivir de cada experiencia pues de cada una de ellas crecemos desde nuestro primer grito a la vida, como crece nuestra esperanza por engrandecernos como seres humanos. De hecho, crecemos igual cuando aceptamos nuestro destino, pero nuestras fuerzas se hacen sin límites cuando basados en la esperanza trabajamos para cambiarlo; y progresamos en la fe de ver siempre positivamente hacia el mañana no importando cuan incierto sea, tomando como norte en nuestras vidas que nada en ella puede lograrse sin cuotas de sacrificio y valor, con el innegable propósito que mejore nuestro mundo y consecuencialmente el de los demás de ser posible, pero entendamos que ello nunca podrá significar la perdida de nuestra propia identidad y dignidad humana, puesto que es lo único que nos pertenece como tal y nos es propio de cada ser humano. ES NUESTRA ELECCIÓN SER LA VICTIMA O SER EL GUERRERO, SER LA OSCURIDAD O SER LA LUZ DE NUESTRA PROPIA VIDA.
Desde niños se nos inculcan creencias o principios aprendidos de generación en generación, y no es que sean buenos o malos pero estos en oportunidades por interpretaciones acomodaticias o diversificadas nos coartan muchas veces el crecimiento propio como un ser o individuo con libertad propia de elegir nuestros actos, nuestra vida y el rumbo de nuestro destino. Entramos entonces a jugar el ajedrez de convertir la existencia misma en una competencia por sobresalir, por perseguir el éxito, por ser mejor que cualquier otro en el área que elijamos: familia, profesión, política o sociedad como vulgares ejemplos del mundo de hoy, y sobre el cual se nos ocurra ponerle el ojo avizor de superioridad o egoísmo, y la más real de las verdades es que sólo crecemos en conocimiento, en ego, alejándonos cada vez más de la certeza del ser que somos con infinidad de virtudes o dones desconocidos, negados o incomprendidos pero que siempre estarán allí esperando el momento u oportunidad que le permitamos darle luz y lo más esencial alejándonos del amor al prójimo; al ser conocido o desconocido que tenemos a nuestro lado al ser único que somos.
Quien en algún momento de su vida no haya sentido el dolor de la soledad, la perdida, la ausencia de algo o de alguien, sencillamente se miente a sí mismo oscureciendo las aguas de sus propios desvelos o carencias. ¿No es mejor tener un poco de sensatez y amor propio? Y elegir vernos en nuestro propio espejo con la claridad que puede darnos nuestra propia sombra, pues solo así podremos ver nuestro lado oscuro para llevarnos de nuevo a la luz, si a la luz del ser que puede tener sueños o el grito libertario de haber superado nuestras propias miserias como el rencor, el desamor, la envidia, el recelo, la culpa, la mentira o cualquier otra de aquellas que pululan o empolvan nuestra mente y agrietan nuestro corazón si lo permitimos.
¿Por qué sentirnos tristes, esperanzados o amargados si la vida en sí es VIDA, y vida es alegría, por observar, escuchar, saborear, tocar, o cualquier sensación que permitan nuestros sentidos, y si uno falta otro se multiplicara en su desarrollo, así como la comprensión es sentir la verdadera presencia que estos trasmiten a nuestro ser como ente calibrado a experimentarlas y disfrutarlas, pues somos un circo de sensaciones por percibir si nos otorgamos el propio derecho o beneficio de tenerlas.
Como conclusión un día te darás cuenta que no eres un(a) sobreviviente sino un(a) guerrero(a) que jamás se rindió y que no hay límites más allá que nuestra vulnerable capacidad y elección de vida nos permita. Si tú no les das cabida nada ni nadie puede hacerlo. ¡Un ser sin límites!
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